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martes, 27 de noviembre de 2012
BERTOTL BRETCH Y POR MI VINIEROS
Primero se llevaron a los judíos,
Pero a mi no me importó porque yo no lo era;
Pero a mi no me importó porque yo no lo era;
Luego, arrestaron a los comunistas,
Pero como yo no era comunista tampoco me importó;
Pero como yo no era comunista tampoco me importó;
Más adelante, detuvieron a los obreros,
Pero como no era obrero, tampoco me importó;
Pero como no era obrero, tampoco me importó;
Luego detuvieron a los estudiantes,
Pero como yo no era estudiante, tampoco me importó;
Pero como yo no era estudiante, tampoco me importó;
Finalmente, detuvieron a los curas,
Pero como yo no era religioso, tampoco me importó;
Pero como yo no era religioso, tampoco me importó;
Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde.”
Carta contra el maltratro
Querida mamá:
Como cada noche desde la ventana de la cocina, a eso de las nueve, comienzo a escuchar el soniquete de esa nana. Esa voz rota por las heridas que tienen la manía de no cicatrizar con el tiempo. Le ruega que se duerma conpremura, a escasa media hora para que llegue él; y es que, aunque sabe que no le haría daño al bebé, no quiere tenerlo entre sus brazos cuando llegue el primer bofetón, a modo de saludo, no quiere que las lágrimas que derraman sus ojos caigan sobre su niño, inocente y ajeno a todo lo que pasa en esa casa desde pocos meses antes de que él naciera.
Me asomo a la ventana y la veo. Hoy se le ha olvidado correr el visillo y puedo ver con la franja morada que recorre su mejilla derecha, justo bajo el ojo. ¿Cuándo ha sucedido? Esta mañana me la crucé en el ascensor y no lo tenía.
Te puedo asegurar mamá, que cada día se me hace menos soportable verla, y no son pocas las veces que he intentado hablar con ella, pero, como tú, no atiende a razones. Hoy en el ascensor lo intente de nuevo:
—Bea…
—Déjalo, ¿vale? Estoy bien, no pasa nada, me caí.
Así se justifica mientras yo miro uno de los moratones de su brazo. Quizá piense aún que yo no soy capaz de oír los gritos, los golpes y los insultos a través de esa pared que separa nuestras casas. Qué ilusa.
Pero como contigo, mamá, me siento impotente, no sé que más hacer para ayudarla, porque ella no quiere ayuda. Solo espero, por el bien de ese pequeño, que él no sea capaz de llevársela para siempre, como hizo contigo ese al que yo llamaba padre y ahora está encerrado. Encerrado, si, pero un poco tarde, ya que eso no te traerá de vuelta conmigo.
Adiós, mamá.
Rocío Márquez Morueta – 3º ESO A
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